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lunes, 21 de noviembre de 2011

¡A veces mas vale, callar a tiempo!

A palabras necias , oidos sordos..Este dicho lo podemos aplicar, cuando alguien en la calle nos dice una tontería, o cuando alguien habla y habla sin parar y no dice nada, e incluso cuando se discute de futbol, política o religión.
Pero resulta sumamente difícil aplicarlo, cuando esas palabras proceden de la boca de un ser amado. Cuando nos las dicen personas que dicen apreciarnos, personas que viven incluso bajo nuestro mismo techo.
Debemos ser sumamente cuidadosos, cuando vayamos a externar alguna crítica, principalmente si se trata de una destructiva. No nos escudemos con “es la verdad”, o “es lo que pienso”. Si estamos seguros que lo único que vamos a hacer es herir, mejor no digamos nada, “en boca cerrada no entran moscas”.
Se suele decir que cuando alguien nos dice algo y nos molesta, que el problema no está en él (ella) sino en nosotros. Pero, que difícil es no reaccionar ante una calumnia, o un insulto, o incluso ante un comentario mal intencionado. Principalmente si viene de una persona que dice amarnos o apreciarnos.
Los seres humanos solemos atacar verbalmente, cuando nos sentimos acosados o atacados, cuando nos llaman la atención por nuestro mal comportamiento, o simplemente cuando nos dicen la verdad.
Nos cuesta montones quedarnos callados y aceptar que cometimos algún error, en lugar de eso reaccionamos a la defensiva y buscamos palabras, las cuales convertimos en dagas con tal de defendernos.
Si esas palabras tuvieran el poder de quitarnos la vida, moriríamos en ese instante. Lo peor de todo, es que una vez que las “disparamos”, no las podemos detener. El daño ya está hecho.
En muchas ocasiones nos arrepentimos de lo que dijimos, pero, es más grande el orgullo que nos invade, que el deseo de pedir perdón, aún sabiendo el daño realizado, incluso que hasta podemos perder a esa persona tan apreciada.
Sepamos contar hasta diez, veinte, treinta e incluso hasta cien, en lugar de abrir la boca y decir algo de lo cuál después nos vayamos a arrepentir. Recordemos que de la boca además de bendiciones, salen maldiciones y “como la lengua no tiene hueso es muy fácil moverla”. Lo que no es fácil es sanar la herida infringida.


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